Ante
esta situación, alquila una pequeña
y sencilla casa y se va a vivir a ella con los
maestros. Pasado algún tiempo, los maestros
acusan a La Salle de que, a pesar de vivir con
ellos, él sigue siendo rico y teniendo
mucho dinero. Tras pensar y rezar mucho, La Salle
se da cuenta de que los maestros tienen razón
y toma una decisión muy valiente: repartir
todo lo que tiene entre los pobres. De ese modo
será uno como los demás. Y así
es como comenzaron a educar a aquellos niños
y jóvenes que mataban las horas en la calle.
Con todo, esta nueva aventura que ha comenzado
La Salle va a durar poco. Los maestros se cansan
de dar escuela y de vivir juntos aceptándose
unos a otros, y le abandonan. A los treinta años
Juan Bautista se queda totalmente solo, sin maestros,
e incomprendido por su familia. Pero Dios no le
abandona: empiezan a llegar jóvenes generosos
y sinceros que quieren ser maestros. Con éstos
comenzará La Salle a vivir y trabajar de
un modo nuevo. En adelante vivirán juntos
en serio y se comprometerán a ser seguidores
de Jesús. Se llamarán Hermanos de
las Escuelas Cristianas.
Y así, casi sin darse cuenta, La Salle
va abriendo escuelas a lo largo y ancho de toda
Francia, respondiendo a las llamadas de diferentes
personas en distintos lugares. En unos sitios
serán escuelas gratuitas para niños
pobres; en otros, escuelas de oficios para que
los jóvenes aprendan un trabajo y puedan
encontrar empleo; en otros, escuelas de maestros
para que, aquellos jóvenes que quieran
serlo salgan bien preparados antes de dar clase;
y hasta escuelas para delincuentes, ya que estando
en la cárcel no hacían nada y, por
lo menos, en la escuela aprendían algo.
Y también, casi sin darse cuenta, le fueron
viniendo los problemas. Los maestros calígrafos,
que enseñaban a escribir cobrando por ello,
empiezan a quedarse sin alumnos porque los Hermanos
no cobraban y enseñaban mejor. Comienzan
a molestar a los Hermanos; entran en sus clases
rompiendo y quemando mesas, bancos y todo lo demás
y, finalmente, llevan a juicio a La Salle. A pesar
de que Juan Bautista lo gana, los problemas no
terminan: algunos de aquellos jóvenes generosos
y sinceros, que se han hecho Hermanos y a los
que La Salle quiere mucho, lo abandonan e incluso
traicionan. Ante todo esto, Juan Bautista piensa
que la culpa de todas las dificultades la tiene
él y marcha a Parmenia para reflexionar
y rezar.
Al cabo de un tiempo, los Hermanos le piden que
vuelva para responsabilizarse de las escuelas.
Juan Bautista obedece y vuelve, pero a medida
que pasa el tiempo su salud empeora. Tras una
recaída, La Salle muere un viernes santo,
el día 7 de abril de 1719.
Pero su recuerdo como buen seguidor de Jesús,
formador de maestros y creador de escuelas no
muere. Por eso, en 1900, la Iglesia lo proclama
Santo; y, en 1950, el Papa Pío XII lo declara
Patrono Universal de todos los Educadores Cristianos.
También hoy los Hermanos, que siguen sus
pasos, y los alumnos y alumnas, que están
en sus escuelas, lo recordamos y decimos que La
Salle sigue vivo entre nosotros.
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